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La miseria moral del canciller de a perro

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“Los refugiados son bienvenidos. Ecuador es uno de los pocos países que defiende el derecho al refugio, que defiende los derechos de los refugiados”. Lo dijo el canciller Guillaume Long apenas el martes 5 de julio. En la rueda de prensa que ofreció junto al alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Filippo Grandi, Long se llenó la boca de buenas intenciones y de elevadísimos principios: solidaridad internacional, ciudadanía universal, libre movilidad, igualdad planetaria… Muy humanista él, muy progre. Grandi lo llenó de elogios, lo puso como modelo: dijo “referente global”; dijo “ejemplo de acogida”. Se abrazaron, se dieron la mano, se sacaron la foto, sonreidotes.  Apenas el martes.

guillaume long canciller de ecuador
Artículo de Roberto Aguilar: La miseria moral del canciller de a perro

Miércoles 6 de julio, 2 y media de la madrugada. Decenas de policías antimotines con escudos, cascos, petos, perros y garrotes irrumpen en el parque de El Arbolito –donde alrededor de 600 refugiados de nacionalidad cubana pasan la noche en carpas– y desalojan el lugar violentamente. Los testimonios dan cuenta de la brutalidad del operativo. Dicen que los policías repartieron patadas y bastonazos, arrastraron a las personas, las privaron de sus pocas pertenencias, se llevaron carpas y colchones y cargaron con un centenar de detenidos: a la Unidad de Flagrancias, adonde se supone que sólo van aquellos que han sido sorprendidos en la comisión de un delito. Ahí pasaron el día rindiendo cuentas sobre su estatus migratorio. Por la tarde se supo que al menos sesenta de ellos no tenían los papeles en regla. “Serán deportados de inmediato”, anunció el ministro del Interior, José Serrano: de vuelta a Cuba, donde los tratan tan bien.

¿Qué ocurrió? ¿No que los refugiados eran bienvenidos? ¿Dónde quedan la ciudadanía universal, la libre movilidad, la igualdad planetaria? Esto tiene una explicación muy simple que el propio canciller puso sobre el tapete en su rueda de prensa del martes. Ocurre que en la igualdad planetaria del correísmo algunas personas son más iguales que otras: hay refugiados normales y hay refugiados “sui géneris”. Es sui géneris, dijo el canciller, que los cubanos no pidan visa para quedarse en el Ecuador, sino que pretendan viajar a Estados Unidos vía México. Hay que impedírselo. Sería muy distinto si se tratara de africanos pidiendo paso por Italia para llegar a Alemania o Inglaterra. En tal caso, cerrarles la frontera es un atentado contra la “igualdad planetaria”. Así dijo.

Al comisionado Grandi esta distinción entre refugiados sui géneris y refugiados a secas no pareció incomodarle en lo más mínimo. Será por eso que la Acnur, desde que arrancó la crisis de los refugiados cubanos en el país, hace ya dos meses, no ha dicho esta-boca-es-mía. Representante de la élite del jet al fin y al cabo, para cuando los cubanos de El Arbolito fueron arrastrados por el piso quizá Filippo Grandi ya estaba trepado en el avión que lo habrá llevado a su próximo destino, donde pondrá de ejemplo mundial a cualquier otro.

¿Qué es lo que hace de los cubanos en el Ecuador unos refugiados sui géneris? Pues lo de siempre, claro: los Estados Unidos. ¿Qué más podría ser? Según el canciller, “el tema de fondo” es que Estados Unidos promueve la migración de los cubanos para desprestigiar el sistema político de la isla. Por tanto, concluyó, “Ecuador no puede estar participando en esta migración ilegal a través de la trata de personas”. Pronunció las palabras “trata de personas” como si su pertinencia estuviera clarísima para todo el mundo y no necesitaran de demostración alguna.

El hombre que la semana pasada fue a Ginebra a explicar la teoría de la relatividad de los derechos humanos (teoría según la cual su gobierno está autorizado para violarlos), volvió a exhibir los atributos que hacen de él un funcionario perfecto para cualquier régimen fascista. Él se sienta tranquilamente tras un escritorio con su traje de Armani o lo que fuera, su corbata de seda, sus broches dorados, la barba cuidadosamente descuidada de un guaperas de diseño, vivo retrato del conformista de Moravia, y despacha sofisticadas teorías cuya puesta en práctica se traduce en porrazos, patadas, personas arrastradas, maltratadas, encerradas y finalmente deportadas al país de cuya dictadura vienen escapando y donde ya sus familias –denunciaron– han empezado a sufrir las represalias del poder. Como buen funcionario fascista, él no se mancha las manos. Sólo señala el rumbo que necesariamente ha de tomar la historia.

¿Los cubanos huyen en masa de la isla porque Estados Unidos los incentiva a hacerlo? No. Lo hacen porque Cuba es invivible. Porque 57 años de dictadura totalitaria no han producido otra cosa que miseria. Porque ahí no hay libertad de ningún tipo, no hay futuro ni esperanza. Huyen de Cuba porque la sola contemplación del grupete de ancianos crápulas y corruptos que gobiernan el país da grima. Y tanta es la desesperación de los miles que optan por el autoexilio, que están dispuestos a pasar por las experiencias más extremas con tal de huir, huir y huir de la isla.

Muchos de los cubanos que con tanta facilidad el correísmo envía hoy de regreso a su miseria llegaron a Quito al término de una aventura digna de novela: primero viajaron a Guyana; hicieron a pie la travesía selvática del Orinoco; remontaron el Amazonas, cruzaron las fronteras de Brasil, Colombia o Perú antes de entrar en el Ecuador; en la indefensión más absoluta fueron extorsionados por policías de cinco países; fueron raptados, asaltados, vejados y finalmente llegaron por el río Napo hasta la ciudad de Coca, donde los encerraron ilegalmente en un centro de detención provisional, sin atención ni alimento durante una semana. Ahora quieren continuar su camino hacia el norte, a través de Colombia y el intransitable estrecho de Darién. ¿Pretende Guillaume Long que las personas dispuestas a emprender tan delirante aventura lo hacen porque Estados Unidos ofrece darles visa en cuanto lleguen? ¿Qué tiene este señor en la cabeza? ¿Tiene algo?

¿Qué tiene en el corazón? ¿Tan ocupado se encuentra dando lecciones en Europa que no alcanza a ver la crisis humanitaria que crece bajo sus narices? Un crimen imperdonable cometieron los refugiados cubanos: no ser víctimas del capitalismo sino del comunismo. Eso los convierte, ante el silencio cómplice de la Acnur, en refugiados sui géneris. Menudo latinajo para justificar su miseria moral encontró el canciller de a perro del correísmo.


Autor:   Roberto Aguilar

Fuente:   4 Pelagatos


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