Hoy en día, todo se puede comprar a crédito, hasta los triunfos electorales. Y esa será una característica del próximo gobierno: llegó a donde llegó gracias a varios miles de millones de dólares de deuda que contrajo el país durante el año pasado, deuda que le permitió aumentar el gasto público desde la segunda mitad del 2016, aumento que permitió reactivar en algo la economía, reactivación que permitió transmitir a la población la sensación de que “la crisis ya se había acabado”, sensación que le permitió reelegirse al partido de gobierno. Y todo con base en deuda.
Los datos son contundentes. Si se compara el gasto del sector público entre enero y julio de 2016, resulta que es un 12% más bajo que en los mismos meses del 2015. En otras palabras, el gasto público estaba cayendo porque el gobierno no tenía plata.
Pero el gobierno se empezó a endeudar. Y endeudar y endeudar aún más. Finalmente se endeudó en más de 7.000 millones en el transcurso del 2016. Y eso le permitió aumentar su gasto. Por eso, entre agosto y diciembre 2016, los egresos fueron 8% más que en los mismos meses del año anterior. En cualquier país del mundo, un aumento tan grande del gasto público debería tener un efecto importante en el nivel de actividad, pero en el caso ecuatoriano, donde, con la excepción del gasto del gobierno nada mueve a la economía, el efecto fue especialmente fuerte.
Y si lo único que mueve la economía es el gasto público, es porque con gran consistencia se han ido apagando los otros motores de la economía, sobre todo la inversión privada y la inversión extranjera, que andan alicaídos porque se les ha cambiado demasiadas veces las reglas tributarias y laborales y se les ha llenado de miles de normas y trabas.
Y la economía revivió. Y lo hizo de tal manera que el PIB del último trimestre del 2016 fue mayor de lo que había sido un año antes. Eso, adicionalmente, rompió la tendencia, pues el PIB había caído por cinco trimestres consecutivos y de golpe se recuperó.
Esos cambios de tendencia son especialmente fáciles de sentir. La economía dejó de ir en retro para empezar a avanzar. Muy lentamente, pero empezó a avanzar, algo que puede sonar bien, pero que pierde su encanto si se considera que todo ocurrió gracias a la contratación de nuevos créditos. En otras palabras, la economía “revivió” por la administración de una enorme dosis de anestesia. Dejamos de sentir nuestros problemas, pero todos siguieron presentes.
Porque la recuperación del gasto y la consiguiente recuperación de la actividad económica, no fueron el resultado de solucionar los problemas estructurales de la economía, sino de maquillarlos bien. Muy bien. Tan bien que todavía aguanta el maquillaje. Caído el maquillaje, la fealdad será evidente. Muy evidente.
Autor: Vicente Albornoz
Fuente: El Comercio
Artículo de Vicente Albornoz: "Triunfo comprado a crédito" |
Los datos son contundentes. Si se compara el gasto del sector público entre enero y julio de 2016, resulta que es un 12% más bajo que en los mismos meses del 2015. En otras palabras, el gasto público estaba cayendo porque el gobierno no tenía plata.
Pero el gobierno se empezó a endeudar. Y endeudar y endeudar aún más. Finalmente se endeudó en más de 7.000 millones en el transcurso del 2016. Y eso le permitió aumentar su gasto. Por eso, entre agosto y diciembre 2016, los egresos fueron 8% más que en los mismos meses del año anterior. En cualquier país del mundo, un aumento tan grande del gasto público debería tener un efecto importante en el nivel de actividad, pero en el caso ecuatoriano, donde, con la excepción del gasto del gobierno nada mueve a la economía, el efecto fue especialmente fuerte.
Y si lo único que mueve la economía es el gasto público, es porque con gran consistencia se han ido apagando los otros motores de la economía, sobre todo la inversión privada y la inversión extranjera, que andan alicaídos porque se les ha cambiado demasiadas veces las reglas tributarias y laborales y se les ha llenado de miles de normas y trabas.
Y la economía revivió. Y lo hizo de tal manera que el PIB del último trimestre del 2016 fue mayor de lo que había sido un año antes. Eso, adicionalmente, rompió la tendencia, pues el PIB había caído por cinco trimestres consecutivos y de golpe se recuperó.
Esos cambios de tendencia son especialmente fáciles de sentir. La economía dejó de ir en retro para empezar a avanzar. Muy lentamente, pero empezó a avanzar, algo que puede sonar bien, pero que pierde su encanto si se considera que todo ocurrió gracias a la contratación de nuevos créditos. En otras palabras, la economía “revivió” por la administración de una enorme dosis de anestesia. Dejamos de sentir nuestros problemas, pero todos siguieron presentes.
Porque la recuperación del gasto y la consiguiente recuperación de la actividad económica, no fueron el resultado de solucionar los problemas estructurales de la economía, sino de maquillarlos bien. Muy bien. Tan bien que todavía aguanta el maquillaje. Caído el maquillaje, la fealdad será evidente. Muy evidente.
Autor: Vicente Albornoz
Fuente: El Comercio