Artículo 93 de la Ley Orgánica de Elecciones: “Los candidatos que opten por la reelección inmediata harán uso de licencia sin remuneración desde la inscripción de sus candidaturas hasta el día siguiente de las elecciones”. No dice “podrán hacer”. Dice “harán”: es mandatorio. Y es exactamente el caso de Jorge Glas, quien inscribió su candidatura a la reelección el pasado miércoles. ¿Qué hacía entonces en la sabatina, en pleno ejercicio de un cargo que no le pertenece, dirigiéndose al país en calidad de segundo mandatario? No sólo que no ha pedido licencia (¿lo piensa hacer? ¿La autoridad electoral piensa exigírselo?), sino que se presenta ahí por delegación del presidente y, durante más de tres horas y media, se dedica a hacer campaña electoral con fondos públicos. No es una ilegalidad. Son dos.
Dirá que no hizo campaña. Que pidió a las masas que lo aclamaban que pararan de gritar “reelección, reelección”, para cumplir con las formalidades. A la ilegalidad, Glas suma su cinismo. La sabatina de este 19 de noviembre fue un acto de proselitismo en toda regla donde el vicepresidente candidato no sólo acuñó y repitió hasta el hartazgo su nueva consigna de campaña (“en el nuevo Ecuador nadie está solo”) sino que se presentó a sí mismo, en videos con música de epopeya y testimonios lacrimógenos, como el héroe de la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas, el artífice del acuerdo comercial con la Unión Europea, el gestor de los proyectos hidroeléctricos que han transformado el país, el interlocutor de los grandes inversores de la China, el inspirador de los jóvenes emprendedores… Más aún: lanzó lodo con ventilador contra los otros candidatos. Le dedicó un video infamante a Mauricio Pozo, quien compite por el cargo que él debió abandonar el miércoles, y se comparó con él, ventajosamente por supuesto. ¿No es eso campaña electoral con fondos públicos, señores del CNE? ¿Seguirá haciéndose el tonto Juan Pablo Pozo?
“Dejaremos la vida en la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas… Tardará tres años… Costará más de lo previsto…”. ¿No es una oferta de campaña?
“El presidente me encargó recuperar el sector eléctrico y el sector de las telecomunicaciones”.
“Cuando llegué al Fondo de Solidaridad yo tenía una visión energética muy clara”.
“Agradezco al anterior ministro de sectores estratégicos. Fui yo. Jaja”
¿Esto va a seguir ocurriendo cada sábado? Porque la presencia de Rafael Correa ya no suma. La de Glas, en cambio, es electoralmente rentable. Y esta semana estaba cantada. Fue la semana de la visita del presidente chino y es Glas el hombre de los negocios con la China. ¡Si hasta envió allá al tránsfuga de su tío para que los hiciera de incógnito! Fue también la semana de la inauguración del proyecto hidroeléctrico Coca Codo y fue Glas –encajado en un casco de ingeniero, arremangada la camisa obrera– quien presidió la ceremonia de épica new age y luces estroboscópicas. Días antes se había firmado el convenio comercial con la Unión Europea que los correístas llaman “acuerdo multipartes” para no decir “tratado de libre comercio”, y otra vez fue Glas el que viajó a Europa para estampar su firma en el documento. ¿Cómo no iba ser suya esta sabatina?
Pero, sobre todo, la presencia del candidato-vicepresidente era necesaria en el show de este sábado porque tiene una imagen que limpiar. Y lo hizo a carajazo limpio, que así es como se arreglan las cosas desde esa tarima. Con enjundia. Con vestiduras rasgadas y dientes rechinantes. Con una indignación moral que no le queda. Iracundo salió a responder al diario La Estrella de Panamá, que lo vinculó con operaciones de lavado de activos, y a todos cuantos recogieron esa denuncia en Ecuador, empezando por Tania Tinoco que públicamente le exigió explicaciones. Todo un gallito el vicepresidente candidato. “¡Respétenme carajo!”, dijo y echó el micrófono hacia un lado de la mesa mientras hacía pucheros.
El responsable político de la corrupción en Petroecuador. El que debería explicar cómo la refinería Esmeraldas, un proyecto presupuestado inicialmente en 180 millones, lleva ya contratados 2.200 millones de dólares y no ha dado los resultados que se esperaban. Él pide respeto por un carajo.
El que gastó otros 1.200 millones de dólares para aplanar un terreno en El Aromo pide respeto por un carajo.
El que envió a su tío a negociar, de incógnito y a nombre del país (pero a sus espaldas), contratos millonarios en la China, pide respeto por un carajo.
El que aparece mencionado en los más gruesos casos de corrupción que han sido denunciados en el Ecuador pero nunca investigados por la Fiscalía y los organismos de control que le son fieles, empezando por las transferencias bancarias de 22,8 millones en las que también su tío es un protagonista. Él pide ahora respeto por un carajo.
El que debería contarnos por qué las hidroeléctricas del sector público, cuya construcción se atribuye y de las que tanto se precia, por qué Manduriacu, por qué Coca Codo, por qué Mazar cuestan casi el doble que las hidroeléctricas del sector privado por kilovatio/hora. Por qué la planta de gas de Monteverde, presupuestada en 97 millones, terminó costándole 570 millones de dólares al país. Por qué se echaron 60 millones a la basura en una planta de licuefacción de gas, la de Bajo Alto, que al cabo de dos años estaba literalmente hundiéndose. Pero en lugar de dar explicaciones el señor candidato pide respeto por un carajo.
Él, que estrecha las manos y facilita los negocios (millonarios, siempre millonarios) de empresarios que encubren sus riquezas y terminan por confesar bajo juramento haber abierto empresas de papel en Estados Unidos, ahora pide respeto por un carajo.
El vicepresidente al que no le queda más remedio que reconocer (sí, lo hizo) que los corruptos lo rodean pide respeto por un carajo. “Si la señora Tinoco cree que tengo colaboradores corruptos…” arrancó impetuosamente y se detuvo en seco, como si se acordara de algo. Completó la frase en voz bajita: “sí, los he tenido”. Y se disculpó, claro. Como se disculpó de ese asesor suyo que andaba pidiendo coimas en el concurso de frecuencias.
Pide respeto por un carajo y reta a los que sospechan a que averigüen quién es él, que pregunten a sus colaboradores (¿a los corruptos?) para que se enteren de cómo tiene las manos limpias y la frente en alto. Indignadísimo. ¡Y que lo investiguen! Que lo investiguen nomás, no descubrirán nada. Fácil decirlo. ¿No dizque lo investigaron ya en su mismo partido, la mitad de cuyos militantes, incluyendo el candidato a la Presidencia, preferiría verlo fuera de las elecciones? Fácil decirlo cuando se tiene la certeza de que ninguna autoridad judicial en este país va a ordenar una apertura de cuentas, un seguimiento de depósitos y transacciones, una auditoría de negocios. ¿Quién va a descubrir algo si su amigo el fiscal no ve nada, no oye nada, no sabe nada?
Y asegura que los pocos corruptos descubiertos hace diez meses por las investigaciones de Fernando Villavicencio, a quien quiere ver preso y ya tiene orden de captura, están siendo perseguidos ¡por su voluntad! Que son “un puñado de pillos”, un puñado nomás, traidores. Pero ya les caerá el látigo de la justicia. Así dice: el látigo. “Por denuncias nuestras”. Esta clase de caradura viene a pedirnos respeto por un carajo.
Porque “se han olvidado que yo también tengo derecho a la honra y al buen nombre –dice con exaltación creciente–, soy hijo de alguien, esposo de alguien, padre de alguien, hermano de alguien y además represento a 16 millones de ecuatorianos, ¡soy el vicepresidente de la República!”.
Sí, el Ecuador sabe perfectamente de quién es hijo y de quién es sobrino también. Y porque es el vicepresidente y además candidato a vicepresidente, precisamente porque representa a 16 millones de ecuatorianos, por eso y no a pesar de eso resulta intolerable su cinismo, su falta de transparencia, su manera de ocultarse tras una justicia manipulada. Resultan intolerables sus relaciones oscuras con gente despreciable, con rateros a los que llama amigos y de quienes empieza a renegar cuando caen en desgracia.
El que viola la ley delante del país entero por cadena de radio y televisión pide respeto por un carajo. El usurpador. Porque el cargo que dice ostentar y desde cuyas alturas se dirige hacia los ciudadanos no le pertenece: debió entregarlo el miércoles pasado. Por mandato de la ley. Si a este gobierno le queda un mínimo de decencia, esta debería ser la última sabatina con el candidato Jorge Glas hasta febrero.
Autor: Roberto Aguilar
Fuente: 4 Pelagatos
Jorge Glas violó la Ley Electoral |
Dirá que no hizo campaña. Que pidió a las masas que lo aclamaban que pararan de gritar “reelección, reelección”, para cumplir con las formalidades. A la ilegalidad, Glas suma su cinismo. La sabatina de este 19 de noviembre fue un acto de proselitismo en toda regla donde el vicepresidente candidato no sólo acuñó y repitió hasta el hartazgo su nueva consigna de campaña (“en el nuevo Ecuador nadie está solo”) sino que se presentó a sí mismo, en videos con música de epopeya y testimonios lacrimógenos, como el héroe de la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas, el artífice del acuerdo comercial con la Unión Europea, el gestor de los proyectos hidroeléctricos que han transformado el país, el interlocutor de los grandes inversores de la China, el inspirador de los jóvenes emprendedores… Más aún: lanzó lodo con ventilador contra los otros candidatos. Le dedicó un video infamante a Mauricio Pozo, quien compite por el cargo que él debió abandonar el miércoles, y se comparó con él, ventajosamente por supuesto. ¿No es eso campaña electoral con fondos públicos, señores del CNE? ¿Seguirá haciéndose el tonto Juan Pablo Pozo?
“Dejaremos la vida en la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas… Tardará tres años… Costará más de lo previsto…”. ¿No es una oferta de campaña?
“El presidente me encargó recuperar el sector eléctrico y el sector de las telecomunicaciones”.
“Cuando llegué al Fondo de Solidaridad yo tenía una visión energética muy clara”.
“Agradezco al anterior ministro de sectores estratégicos. Fui yo. Jaja”
¿Esto va a seguir ocurriendo cada sábado? Porque la presencia de Rafael Correa ya no suma. La de Glas, en cambio, es electoralmente rentable. Y esta semana estaba cantada. Fue la semana de la visita del presidente chino y es Glas el hombre de los negocios con la China. ¡Si hasta envió allá al tránsfuga de su tío para que los hiciera de incógnito! Fue también la semana de la inauguración del proyecto hidroeléctrico Coca Codo y fue Glas –encajado en un casco de ingeniero, arremangada la camisa obrera– quien presidió la ceremonia de épica new age y luces estroboscópicas. Días antes se había firmado el convenio comercial con la Unión Europea que los correístas llaman “acuerdo multipartes” para no decir “tratado de libre comercio”, y otra vez fue Glas el que viajó a Europa para estampar su firma en el documento. ¿Cómo no iba ser suya esta sabatina?
Pero, sobre todo, la presencia del candidato-vicepresidente era necesaria en el show de este sábado porque tiene una imagen que limpiar. Y lo hizo a carajazo limpio, que así es como se arreglan las cosas desde esa tarima. Con enjundia. Con vestiduras rasgadas y dientes rechinantes. Con una indignación moral que no le queda. Iracundo salió a responder al diario La Estrella de Panamá, que lo vinculó con operaciones de lavado de activos, y a todos cuantos recogieron esa denuncia en Ecuador, empezando por Tania Tinoco que públicamente le exigió explicaciones. Todo un gallito el vicepresidente candidato. “¡Respétenme carajo!”, dijo y echó el micrófono hacia un lado de la mesa mientras hacía pucheros.
El responsable político de la corrupción en Petroecuador. El que debería explicar cómo la refinería Esmeraldas, un proyecto presupuestado inicialmente en 180 millones, lleva ya contratados 2.200 millones de dólares y no ha dado los resultados que se esperaban. Él pide respeto por un carajo.
El que gastó otros 1.200 millones de dólares para aplanar un terreno en El Aromo pide respeto por un carajo.
El que envió a su tío a negociar, de incógnito y a nombre del país (pero a sus espaldas), contratos millonarios en la China, pide respeto por un carajo.
El que aparece mencionado en los más gruesos casos de corrupción que han sido denunciados en el Ecuador pero nunca investigados por la Fiscalía y los organismos de control que le son fieles, empezando por las transferencias bancarias de 22,8 millones en las que también su tío es un protagonista. Él pide ahora respeto por un carajo.
El que debería contarnos por qué las hidroeléctricas del sector público, cuya construcción se atribuye y de las que tanto se precia, por qué Manduriacu, por qué Coca Codo, por qué Mazar cuestan casi el doble que las hidroeléctricas del sector privado por kilovatio/hora. Por qué la planta de gas de Monteverde, presupuestada en 97 millones, terminó costándole 570 millones de dólares al país. Por qué se echaron 60 millones a la basura en una planta de licuefacción de gas, la de Bajo Alto, que al cabo de dos años estaba literalmente hundiéndose. Pero en lugar de dar explicaciones el señor candidato pide respeto por un carajo.
Él, que estrecha las manos y facilita los negocios (millonarios, siempre millonarios) de empresarios que encubren sus riquezas y terminan por confesar bajo juramento haber abierto empresas de papel en Estados Unidos, ahora pide respeto por un carajo.
El vicepresidente al que no le queda más remedio que reconocer (sí, lo hizo) que los corruptos lo rodean pide respeto por un carajo. “Si la señora Tinoco cree que tengo colaboradores corruptos…” arrancó impetuosamente y se detuvo en seco, como si se acordara de algo. Completó la frase en voz bajita: “sí, los he tenido”. Y se disculpó, claro. Como se disculpó de ese asesor suyo que andaba pidiendo coimas en el concurso de frecuencias.
Pide respeto por un carajo y reta a los que sospechan a que averigüen quién es él, que pregunten a sus colaboradores (¿a los corruptos?) para que se enteren de cómo tiene las manos limpias y la frente en alto. Indignadísimo. ¡Y que lo investiguen! Que lo investiguen nomás, no descubrirán nada. Fácil decirlo. ¿No dizque lo investigaron ya en su mismo partido, la mitad de cuyos militantes, incluyendo el candidato a la Presidencia, preferiría verlo fuera de las elecciones? Fácil decirlo cuando se tiene la certeza de que ninguna autoridad judicial en este país va a ordenar una apertura de cuentas, un seguimiento de depósitos y transacciones, una auditoría de negocios. ¿Quién va a descubrir algo si su amigo el fiscal no ve nada, no oye nada, no sabe nada?
Y asegura que los pocos corruptos descubiertos hace diez meses por las investigaciones de Fernando Villavicencio, a quien quiere ver preso y ya tiene orden de captura, están siendo perseguidos ¡por su voluntad! Que son “un puñado de pillos”, un puñado nomás, traidores. Pero ya les caerá el látigo de la justicia. Así dice: el látigo. “Por denuncias nuestras”. Esta clase de caradura viene a pedirnos respeto por un carajo.
Porque “se han olvidado que yo también tengo derecho a la honra y al buen nombre –dice con exaltación creciente–, soy hijo de alguien, esposo de alguien, padre de alguien, hermano de alguien y además represento a 16 millones de ecuatorianos, ¡soy el vicepresidente de la República!”.
Sí, el Ecuador sabe perfectamente de quién es hijo y de quién es sobrino también. Y porque es el vicepresidente y además candidato a vicepresidente, precisamente porque representa a 16 millones de ecuatorianos, por eso y no a pesar de eso resulta intolerable su cinismo, su falta de transparencia, su manera de ocultarse tras una justicia manipulada. Resultan intolerables sus relaciones oscuras con gente despreciable, con rateros a los que llama amigos y de quienes empieza a renegar cuando caen en desgracia.
El que viola la ley delante del país entero por cadena de radio y televisión pide respeto por un carajo. El usurpador. Porque el cargo que dice ostentar y desde cuyas alturas se dirige hacia los ciudadanos no le pertenece: debió entregarlo el miércoles pasado. Por mandato de la ley. Si a este gobierno le queda un mínimo de decencia, esta debería ser la última sabatina con el candidato Jorge Glas hasta febrero.
Autor: Roberto Aguilar
Fuente: 4 Pelagatos