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El día en que Correa y los suyos fingieron ser felices

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Pasadas las seis y media de la tarde, tras una larga espera, habló Rafael Correa enardecido desde el atrio de Carondelet… Y no dijo nada. Fin. Si hubiera que resumir la concentración correísta del jueves 7 de abril en forma de microcuento esa sería la mejor manera de expresarlo. Porque aparte de la exaltación y la espera, las únicas virtudes que caracterizan al ritual político de atrincheramiento que volvió a celebrarse en la Plaza Grande son su absoluta vaciedad y su profundo sentido de simulacro.

rafael correa palacio carondelet
Artículo de Roberto Aguilar: "El día en que Correa y los suyos fingieron ser felices"

¿Para qué se reúnen los correístas frente a Carondelet? Para fingir. Que son más, que están movilizados, que están librando una lucha de ideas, que su presidente es un tipo brillante. La verdad es muy distinta y la sabe cualquiera, empezando por ellos.

¿Son más, muchísimos más? Cualquiera, empezando por los correístas, sabe que la Plaza Grande no está llena. Nunca lo ha estado, pero los medios correístas han depurado su técnica para captar imágenes de la muchedumbre apiñada en la calle García Moreno de manera que parezca mucho mayor de lo que realmente es. La filman recorriéndola por encima con una grúa o la fotografían con gran angular desde el balcón de Palacio. En esta ocasión, como en otras, la aglomeración llega, por el pasillo central de la plaza, hasta el monumento a los héroes de la Independencia situado en el centro. El resto del espacio –las jardineras que los correístas pasan por encima, las plantas que destruyen, los árboles que rompen, las flores que pisotean siguiendo los dictados de su sensibilidad exquisita y con la impunidad que les confiere el hecho de que en Quito no hay alcalde– todas esas particularidades de la plaza más las bancas de piedra, las piletas, los andenes, impiden que la multitud sea compacta. Parece mentira que se haga necesario escribir semejantes obviedades pero luego viene Rafael Correa y miente que ahí había 10 mil o más personas. Y había 2 mil o poco menos. No, no son muchísimos más: eso es un simulacro.

¿Están movilizados y comprometidos? Cualquiera, empezando por los correístas, sabe que la mayoría de esos 2 mil o poco menos fueron llevados en buses a cambio de una pitanza (un sánduche, una cola, un billete chico) o están ahí porque existe un aparato político que los presiona. Los profesores de la Red de Maestros a quienes el ministro de Educación agradeció por Twitter, los campesinos costeños cuya presencia dispuso el presidente con descaro en su última sabatina, los empleados públicos que tarde o temprano terminan, porque ya están hartos, contándolo todo. Esos funcionarios que “deben estar en sintonía plena con el proyecto político”, según justificó la asambleísta María Alejandra Vicuña, que no entiende nada del Estado y menos de la democracia. No, no están movilizados y comprometidos: eso también es un simulacro.

¿Están librando una lucha de ideas? Cualquiera, especialmente los correístas, sabe que todo lo que se dijo el 7 de abril en la Plaza Grande, en la Gobernación de Guayas y en los medios correístas fue debidamente libreteado; es decir, obedecía a un guión cuidado hasta el mínimo detalle. Desde temprano estuvieron los reporteros de Ciudadano TV recorriendo los lugares de concentración, buscando a quién entrevistar. Y ninguno de los asambleístas, ministros, prefectos, funcionarios correístas que comparecieron ante sus cámaras, ninguno de ellos tuvo que elaborar una pinche idea partida por la mitad. Todas se las dieron ya masticadas. Da grima verlos y oírlos repitiendo predecibles obviedades, despachando parrafadas retóricas vacías, incapaces de separarse un centímetro del guión trazado. En este país hay, periodísticamente hablando, un único acontecimiento relevante: la sabatina. Basta con verla para saber lo que dirán y harán todos y todas en los siete días subsiguientes.

¿Lucha de ideas? Ideas es precisamente lo que no se permiten tener los correístas.  ¿Para qué entrevistarlos? Y los entrevistados ¿qué más pueden añadir si los periodistas de los medios correístas ya lo han dicho todo?

–Esta es una transformación que no se debe detener, ministra. El gobierno de la Revolución Ciudadana está haciendo bien su trabajo. Sin embargo, grupos minúsculos han salido a protestar diciendo que esto es un paquetazo. ¿Usted qué opina?

–Así es.

–Sin duda este proceso no lo detiene nadie…

–No.

–Ministro, definitivamente usted viene en representación de los jóvenes, pues todos los jóvenes de la Patria están con el presidente Rafael Correa.

–Definitivamente.

Las de los medios correístas no son entrevistas: son simulacros de entrevistas.

De vuelta al estudio, Guillermo Belmonte –“representante del SRI” dice la presentadora– explica a quien quiera creerle por qué una ley que se llama “de equilibrio fiscal” es en realidad una ley de prevención de la obesidad y la diabetes. “Cuando tratamos de sostener algún vicio no estamos viendo que al final vamos a terminar enfermos”, despacha alegremente. Corte. Canción: “Si esto fuera una dictadura es porque el corazón les está dictando”. Les.

¿Ideas? ¿Acaso alguien aquí se detiene a pensar en lo que dice?

Un presidente que sacó 300 mil dólares a Bélgica despotrica contra los que quieren irse de vacaciones fuera del país con 10 mil dólares en el bolsillo, vendepatrias, y la presidenta de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira, que tanto gusta de la lectura, fiel al libreto pontifica: “Que el trabajo se lo haga aquí, que la esperanza se lo haga desde aquí”. ¿Ideas? ¿Y habla español?

A uno de los campesinos llegados en tropel desde quién sabe qué parroquia le resulta difícil acostumbrarse al hecho de que están ahí defendiendo un paquete de impuestos. Entrevistado por el noticiero de Teleamazonas, a punto está de traicionarse cómicamente: “No podemos seguir soportando más imp… ¡presiones de la oposición!”, se corrige a tiempo. Una idea (la que le resulta lógica, la que le brota con naturalidad) se cambia fácilmente por su opuesta. ¿Cuál es el problema?

¿Ideas? Si alguien las tiene las echa al tarro de basura en cuanto Rafael Correa aparece en el balcón para saludar. La reportera de Ciudadano TV abandona al ministro que está entrevistando (da exactamente lo mismo: no estaba diciendo nada) y se precipita hacia la fachada de Carondelet, gritando al borde de la historia: “¡¡¡Está con nosotros el presidente Correa, está con nosotros el presidente Correa!!!”. Levanta un brazo anhelante, como si quisiera alcanzarlo. En lo alto, el presidente saluda vagamente con la mano, hace un gesto como de victoria y vuelve a entrar. Los corazones (por lo menos el de la reportera) laten a mil. Una hora más tarde, cuando Rafael Correa salga finalmente, no al balcón sino al atrio del palacio, al alcance de la mano, e improvise su discurso vociferante hasta la ronquera, las emociones se desbordarán entre sus fanáticos y, como a los Beatles en el Shea Stadium, nadie lo escuchará.

Entre la multitud se han repartido coloridas tortas coronadas con velitas de cumpleaños. Al menos una docena. Y cuando Correa se incline sobre la balaustrada las manos se levantarán en actitud oferente para presentárselas en medio de la algarabía generalizada. “¡Feliz cumple presi!”. Correa se emocionará hasta el borde de las lágrimas y tuiteará con un nudo en la garganta la dicha de recibir el cariño de la gente. Los fanáticos fingirán que le llevan un regalo y él también fingirá que le sorprende recibirlo y que celebra su cumpleaños. Morderá el pastel. Posará para los selfies y cumplirá a la perfección su papel en el simulacro. Será el yerno ideal de toda suegra. El sueño húmedo de toda solterona. El candidato perfecto.


Autor:  Roberto Aguilar

Fuente:  4pelagatos.com

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