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Por la plata baila el perro

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Isabel Noboa aparece en el balcón de Carondelet. Al lado de Rafael Correa. Isabel Noboa aparece en la inauguración del nuevo hotel Wyndham, a pocos metros del aeropuerto de Quito. Al lado del impresentable Fernando Alvarado.

Isabel Noboa es uno de los rostros empresariales que exhibe el correísmo. Ella hace negocios. Hace parte de los empresarios que se sorprenden de que les digan que el país vive una grave una crisis económica. Ella, con esa superioridad tan suya, confiesa que decidió no participar en la crisis. Salados aquellos que optaron (para ella es una opción) por tener cifras en rojo, perder clientes, subir la cartera morosa, bajar las ventas, despedir personal…


rafael correa empresarios ecuador
Artículo de José Hernández: 'Por la plata baila el perro'

Los empresarios ganadores del correísmo no tienen complejos. Muchos de ellos dirigen las empresas monopólicas que en este gobierno han concentrado poder, dinero y posiciones indestronables en el mercado nacional. Con la ayuda evidente del gobierno. Noboa, Wright, Eljuri… ya figuraban en esa lista que se ha ampliado. Algunos de esos empresarios no se exhiben al lado del poder como Isabel Noboa. Prefieren hacer cenas con los gobernantes de turno. O son muy activos en chats como el RAP (Red Apoyo Productivo) donde se elogian mutuamente, se felicitan por sus éxitos o hacen odas a Vinicio Alvarado por su “extraordinaria gestión” a la que les acostumbró desde que “se inició el mejor gobierno de toda la historia del Ecuador”. Alvarado hace méritos: promueve sus logros, se pone a las órdenes o, más exactamente, pone el aparato del Estado a su disposición.

En ese empresariado hay figuras que hacían lo mismo con la partidocracia, como Ricardo Estrada. Y dirigentes gremiales que, como antaño, reiteran que su única tarea es mantener viva y boyante su empresa. Con contratos del Estado, por supuesto. Ellos tejen relaciones estrechas con los nuevos dueños del poder para que les faciliten contratos, les acomoden las leyes, neutralicen a funcionarios que quisieran ponerlos en orden, defiendan sus posiciones en el mercado, les incluyan en las delegaciones que van al exterior con el Presidente…

Es el mismo empresariado que, antes del correísmo, decía que el destino de la Universidad Central o la de Guayaquil no les importaba… porque sus hijos estudiaban en universidades privadas. O en el exterior. El correísmo ha hecho buenas migas con esos empresarios que son la expresión más acabada de la oligarquía criolla: unos pocos grupos, unas pocas personas que se piensan como una clase social y económica privilegiada. Para esos empresarios no existe el entorno social, político y económico: solo hacen fortuna. No tienen estados de alma ni valores que cotejar ante el espejo. No necesitan la sociedad. A sus representantes les basta con llamar a los nuevos amos del poder, servir sus estrategias y exhibirse con ellos.

Ese empresariado no ha llegado al capitalismo. En su norte no existen figuras como la de Bill Gates: prefieren imitar a otro archimillonario como Carlos Slim. Comparar los dos modelos es (ha sido) tema de libros y estudio en universidades del mundo. Gates es un capitalista que cree en la globalización. Hizo su fortuna en el país más competitivo del mundo. Con reglas y autoridades que defienden el interés público. Ha creado empresas y registrado miles de patentes. Es un hombre admirado en el mundo y actor privilegiado de muchos libros.

Slim es el perfecto representante de un poder oligárquico. Hizo su fortuna refugiándose en contratos dados por el Estado mexicano y obteniendo concesiones que convirtieron sus empresas en grandes monopolios en banca, telecomunicaciones, energía… Ha arruinado muchas empresas y el número de sus patentes es ínfimo. Slim no es un referente para los mexicanos que creen que hace negocios usando sus nexos con los políticos y manipulando redes influyentes; todo bajo la mesa y aceitado con sobornos, tráfico de influencias, compra de conciencias…

Gates hizo su fortuna de un país capitalista admirado. Si le va bien a él es porque le va bien a Estados Unidos. Slim hace su fortuna en un país terriblemente inequitativo. Siempre le va bien a él y le importa poco lo que ocurra con su país.

Slim es el modelo de ese empresariado oligárquico ecuatoriano que busca canonjías en uno y otro gobierno. Es el empresariado que se fotografía con Correa y los impresentables como Fernando Alvarado, sueña con que este modelo disciplinario se mantenga, le tiene sin cuidado el interés público, es demócrata de coctel, no sabe qué país quiere y no le importa y se dice capitalista: siempre y cuando el Estado le otorgue contratos y evite que otros compitan en sus sectores.
Ese empresariado ama los dólares por sobre todas las cosas.




Autor:   José Hernández

Fuente: 4 Pelagatos

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